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ISSN 1989-4163

NUMERO 71 - MARZO 2016

El Eterno Retorno

Óscar Esteban

 

     

Sobre este febrero del 2016 planean las siete velas que coronan esta revista virtual de acción cultural y creación alternativa. Siete años de artículos y pro-nombres sujetos a predicar con el verbo hasta esa minúscula isla negra llamada punto y seguido. Aquel trozo de tierra que todo lo inicia y todo lo precipita. Parafraseando al maestro Gil de Biedma, podría dar sentido a este artículo con la inmensa :Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde. Como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante”, para unirme al club de la cuarentena y frecuentar más la vista atrás, que el paso firme que manda la juventud.

Es cuando uno alcanza cierto grado de madurez, de  conciencia universal sobre la relatividad en la que vivimos, que asiste absorto al devenir de sucesos de forma incesante, a miles de kilómetros de uno mismo o en el asiento de al lado de nuestra vida. Observa los sucesos acontecidos con una levedad digna de ser vivida en el pasado más reciente, casi en el presente continuo. Pero abrimos los diarios y recordamos que hace siete años falleció en su mansión de  Holmby Hills de paro cardíaco, quizás el ser más mágico e irrepetible que el universo musical nos ha regalado. Michael Jackson  arrastró su fragilidad ante sus últimos días no sin antes convertirse en un mito, ídolo y ser irrepetible. La polémica caminó a su lado desde la infancia y no abandonó su mano hasta encontrar su trágico desenlace.

Estos últimos años las personas notables que han exhalado el final de sus días han ido acumulándose en las páginas de sucesos. Es quizás, cuando uno comienza a descender su montaña vital que ve como sus pies aceleran el paso y el camino se vuelve más angosto e irregular. Observa las arrugas ajenas como propias de la edad y las propias como accidentes ocasionales y perennes. Aplaza el cansancio como parte de un eterno descanso y renace de sus cenizas inmortalmente a la tercera copa de vino. Tararea las canciones y alarga las comidas y cree recuperar en los domingos aquello que marchó hace tiempo. Con cada pérdida de aquellos seres notorios, notamos un pequeño pinzamiento en nuestro ego, en nuestro contador particular de esa inmortalidad exigua. Solo el espejo y las esquivas miradas de los que aún suben esa montaña sanan nuestra perversión, nuestra insumisión y desplante ante los años vividos. Porque ya no entendemos las modas ni a los jóvenes. Nos embadurnamos en la política y en los compromisos sociales, centros comerciales y largas siestas de mediastardes.

Hace siete años, tenía treinta y tres, y dentro de otros siete, los mismos que hoy. Seguiré mirando hacia atrás como una carta de amor extraviada con los años. Apartado de la vorágine como una maleta perdida en cualquier lugar del mundo. Con la demencia de no haber amado eternamente y haber huido del calendario. Encontrando un epitafio como remitente y la soledad como destinatario.

Hace siete años todo empezó y todo acabó, exactamente como hoy. Umberto Eco nos ha dejado y para siempre permanecerá en el recuerdo para  decirnos que todo se inicia y todo se precipita en el mismo instante que todo se ralentiza y se detiene. El eterno retorno de las palabras y sus seres en el interior. Acabo con mi homenaje particular a Umberto sobre las palabras:  “La retórica es el arte de decir bien lo que uno no está seguro de que sea verdad, y los poetas tienen el deber de inventar hermosas mentiras.” 

Porque tras este final, algo se inicia y algo se precipita.

 

 

El eterno retorno

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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